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Huellas en las piedras

  • Writer: Maria Sanchez
    Maria Sanchez
  • Jun 24, 2016
  • 3 min read

“Él, altanero brinca, relincha aún amarrado, deshace el gran tejido de sus fuertes amarres; marca su duro casco en la tierra que pisa, que en su seno resuena como un trueno del cielo; el hierro del bocado, entre sus dientes rompe, pasando a dominar lo que le sometía”

– Venus y Adonis, William Shakespeare

Ya he pasado la segunda semana en Kefalonia y empezando la tercera. Trabajando en los establos la mitad del día bajo un sol de 34 grados, un clima seco, rodeada de montañas rocosas y trece canches (caballos). Y estoy recordando lo exigente que es cuidar a tan tiernos animalitos (darles sus comidas, levantar pacas de heno de aproximadamente 50 libras, limpiar sus popos, cepillarlos, bañarlos, revisar sus cascos, prepararlos para montarlos, volver a limpiar el popo, y repetir todos los días). Viviendo esto, me ha llamado la atención saber cómo fue esto hace miles de años aquí en Grecia y regresar a los orígenes de la equitación. Leyendo uno de los más antiguos escritos sobre el tema, Sobre la Caballería por Xenophon (430 – 354 BC) historiador y soldado griego, trato de explicarme cómo funcionaba esto hace miles de años en estas tierras áridas montañosas.




Xenophon fue un gran conocedor de caballos en la Antigua Grecia. Viajó casi tres mil millas a caballo en poco más de un año de su vida. Sirvió para varias caballerías griegas y ejércitos de guerra. En una de estas oportunidades trabajó para el ejército de Cyrus en la Expedición de los Diez Mil, la cual buscaba derrocar el trono de Persia. Los griegos fallaron en el intento, Lo cual perjudicó la imagen de Xenophon frente a la milicia griega. Pero su legado como un excelente manejador de caballos fue transmitido por generaciones y fue uno de los primeros y pocos de esta época que consideraba que los caballos se montan y no se manejan. Se puede decir que fue uno de los primero que consideró subirse a un caballo como lo que se conoce hoy como equitación de doma clásica.


A muy simple vista podemos ver que el rol del caballo en la Antigua Grecia era muy diferente al de hoy. Los caballos eran compañeros de guerra, entrenados para ser valientes, fuertes luchadores y preparados para preservar vidas y también para enfrentarse a una posible muerte. Eran la personificación de potencia y valentía. Este pasado se puede escuchar con el retumbar de sus cascos sobre las rocas que dejan atrás huellas momentáneas en las piedras. Del caballo dependía la vida o muerte del guerrero, el triunfo o el fracaso del ejército. Saber elegir con cuidado al animal con el carácter y el físico indicado era literalmente una cuestión de vida o muerte.



Dentro de sus escrituras Xenophon dedica un capítulo a todos los griegos que desean comprar un caballo y da un listado de lo que se debe de observar en él para no ser burlados. Dentro de las cualidades principales indica la importancia de que el animal tenga una estructura sólida, tal y como un casa hermosa pero sin cimientos fuertes es inútil, así lo es un caballo sin una estructura buena. Lo primero que se debe de notar en el animal son las patas y específicamente el sonido de los cascos.


Al igual que Simón, otro famoso filósofo griego, se pensaba que un buen caballo tenía cascos ligeros y fáciles de levantar con poca carne y la pared del casco gruesa. El sonido de un buen casco al retumbar es parecido al del resonar de dos platillos. Unos ojos prominentes tambien son señal de que el caballo está atento y que su visión alcanza distancias. También se hace mención de la importancia que el animal tenga rodillas flexibles, una curvatura en el cuello, una espalda potente y patas traseras como resortes, entre otras características. Lo importante es saber que si regresáramos en el tiempo a la Antigua Grecia, un fuerte retumbar de los cascos sobre las piedras era el anunciante de un fuerte ejército listo para la guerra con poderosos caballos.

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